Con un derroche de colorido y alegría se vivió el el Carnaval Purhépecha en Uruapan

Lamentablemente a las autoridades les faltaron dos cosas: carácter y protocolo; permitieron actos vandálicos.

Cumplieron con creces los barrios fundadores, durante la última fiesta barrial, antes de la temporada de Cuaresma.





Uruapan, Mich.- La celebración del Carnaval P'urépecha que tuvo lugar el pasado martes, cumplió con las expectativas ciudadanas tanto en lo que respecta  a la belleza de los contingentes participantes, como en cuanto al orden en la organización. Los dirigentes culturales no usaron harina, durante la fiesta y eso evitó faltas de respeto hacia el público y hacia los que desfilaron y danzaron.




Lamentablemente al final del evento, la falta de carácter y protocolo por parte de las autoridades y la carencia de civilidad por parte de personas ajenas a la fiesta tradicional, se tradujeron en vandalismo y afectación a terceros. 



Por lo que respecta a la actividad cultural, en este año once habitantes del barrio de Santa María Magdalena fueron los cargueros; es decir los responsables de organizar y coordinar las actividades, en las que participaron los dirigentes culturales y grupos de danza de cada uno de los nueve barrios fundadores.



Por ello, las acciones comprendidas en el programa, tuvieron lugar principalmente en ese barrio; a excepción del recorrido hacia el primer cuadro y el arribo de los contigentes a la plaza Morelos, en donde tuvo lugar el quiebre de cascarones y la quema de los toritos pirotécnicos.



Todo esto transcurrió con alegría, colorido y en medio de un ambiente de civilidad; sin embargo, cuando ya casi todas las personas de los barrios, que participaron en la parte cultural del evento se habían retirado y varias regresado al barrio de La Magdalena (donde se formalizó la entrega del cargo para Carnaval 2025, a los cargueros de San Juan Bautista),  la plaza se llenó de alumnos de secundaria , jóvenes y hasta adultos con niños y niños solos que comenzaron a cometer actos vandálicos. 



Cabe destacar que los dirigentes culturales de los barrios cumplieron con su parte y la utilización de harina quedó descartada en la fiesta, pero fueron personas ajenas a los grupos de danza los que hicieron desmanes.




Les faltaron dos cosas a las autoridades: Carácter y protocolo.



Aunque el festejo denominado Carnaval Purhépecha se desarrolló con orden, civilidad y alegría, la flaca actuación de las autoridades municipales y una inexistente presencia policiaca permitió de nueva cuenta  que se cometieran desmanes en el centro histórico.



Después de que anduvieron bailando y degustando mezcal, los funcionarios del Ayuntamiento que supervisaban el orden del evento, desaparecieron cuando la plaza se pobló de personas que protagonizaron desmanes.


La policía municipal que estuvo presente durante la actividad cultural también se volvió invisible, cuando comenzaron las batallas campales, y la gente que quedó en la plaza y que era ajena a los grupos de danza, iniciaron a lanzarse harina entre sí; a lánzarla al rostro de las personas que estaban en ese lugar o que pasaban por ahí y así incluso se generaron conatos de pelea. 

Por fortuna la mayoría de los negocios del primer cuadro se mantuvieron abiertos y tampoco se dejaba ingresar aún a vehículos, pero a esa hora había bastantes peatones que estuvieron en peligro, sin que nadie pudiera garantizar su seguridad. 

La situación se torno tensa poco después de las 20:30 horas, cuando se permitió el acceso vehicular al primer cuadro y muchos temieron que los vándalos fuera a atacar a los conductores, como se hizo el año pasado, lo que al parecer no ocurrió.




Los que incurrieron en conductas antisociales se quedaron en la plaza hasta que quisieron agrediendo a terceros, sin que las autoridades se hicieran presentes y finalmente este sitio público quedo vuelto una porquería .

Los barrios fundadores cumplieron su palabra y respetaron los acuerdos para guardar el orden; los comerciantes informales y establecidos en el primer y segundo cuadro también cumplieron con lo pactado para frenar la venta de toda clase de harinas; pero de nueva cuenta las autoridades fallaron y transformaron el final de una bella fiesta en un evento de patanes.

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